Mercado Municipal






     Cuando era niño tenían que trabajar mis padres y sobre todo mi madre al tener un puesto en el Mercado Municipal, nos levantábamos temprano para ir con ella, era lo que más recuerdo al ser tan pequeño y no haber guarderías para llevarme; mi madre por encima de mostrador me ponía unas mantas y allí me quedaba, me sentaba en unas tablas de madera y pasaba frió, algunas veces al caerme en la fuente me escalabraba. Estaba hasta que mi madre terminaba de trabajar y volvíamos a casa, cuando ya era un poco más mayor, debajo de las escaleras del Mercado había huecos y allí dejaban los cochecitos de los niños, yo me los llevaba y luego los devolvía.

     También me acuerdo del carrillo que se ponía antes de entrar en el Mercado, donde vendían chuchearías y helados en verano, Pepe Luís Posadas me metía en su caseta y me comía las aceitunas, también las lechugas de mi madre.

     Con cinco hijos en la Matraquilla la pobre madre corriendo, cogido en sus brazos porque me daba por muerto con los ataques que tenía, hacia la placeta de España buscando el ambulatorio y corriendo en camisón.

     Recuerdos de niño en la Matraquilla jugando con los chiquillos, con Carlos, Peri, Marino, Guaqui, Silvana y Eva; en la calle cuando veía a Encarna llamando a la Eva sentado en el portal, contábamos chistes.

     Jugaba en el “Campillo Verde” con mis amigos, en mi casa sentado en una silla pequeñita viendo la tele, aquella tele en blanco y negro, cuando solo había un canal, con unos muñequitos que decían: “hasta mañana…” y otros: “un globo, dos globos, tres globos”.
    
     Un día mi hermano me traía de curarme y me echó a sus hombros y si darse cuenta me tiró y me escalabró, mi madre se enfadó. De niño íbamos a “La Sole” a comprar chicles de zoca, los domingos se iba a misa, después de salir íbamos a dar una vuelta a Las Explanadas.

     Cuando llegaban las vacaciones de verano, los chiquillos hacíamos las hogueras, cuando llegaba San Juan, se jugaba al pillapilla. Pepe Sota me llevaba a un bar en la playa de Motril, “el San Palor”, el dueño era amigo de mi padre y tenia un hijo que estaba solo, mi padre me llevaba también para estar con él.

     Mi primera bicicleta me la echaron los reyes, me operaron de anginas, mi abuela Lola me regaló un burro de goma y ese regalo lo conservo todavía; mi abuela era para mi muy cariñosa. Mi padre me llevaba a todos los sitios, a la feria a subirme en el tiovivo, en los patos que daban vueltas, me llevaba a comerme un bocadillo en “El Terraza”, Pedro era el dueño del bar.

     En la Feria de Octubre había colegio y llegaba tarde, me mando mi madre a comprar un bollo de pan para mi hermana que se tenia que ir al colegio; yo me fui a la feria a ver poner los columpios, cuando me di cuenta que era tarde me fui a mi casa y al no haber nadie me fui al Mercado y subí arriba y le dije a mi madre: mamá mi hermana no está en casa. Yo con el bollo de pan en la mano; me preguntó de dónde venía con el bollo de pan en la mano y no supe contestarle, yo en silencio, mi madre me decía: ¡Conque no estabas en el colegio!

     Cuando salió mi hermana al patio fue al Mercado a decirle a mi madre que le diera dinero para comprase una torta que el niño lo mandé a comprar un bollito, desolada mi hermanita me miró y me dijo que dónde está el bollito de pan; mi madre le dijo que me fui a ver la feria, a ver como ponían los columpios.

     Mi hermana le dice que me castigue y yo le prometí que no lo iba a hacer más y la próxima vez que lo hiciera se lo diría a mi padre.

     Estando mas pequeño, mi hermana quiso hacer un experimento, me hecho en el brazo alcohol y después me metió la mamo en el fuego aquello podía haber sido catastrófico. Un día jugando en el descampado de la Matraquilla, hicieron una hoguerilla, fui a verla, cogí un saco que tenía unos palillos y sin querer los eché al fuego, de repente ve a un hombre que me coge y me dice que me sentara y no me moviera; empecé a llorar y le decía que me soltara; él me decía que me iba a llevar lejos y yo llorando; los niños empezaron a decirle que me soltara, mi hermana le decía al tío que soltara a mi hermano; Paco fue corriendo a cogerme la mano para tirar de mí y aproveché para salir corriendo.

     El uno de junio del 1980 hice la comunión con el bautizo de mi sobrino, lloraba porque se me perdieron los pantalones del traje, de repente en la percha detrás de la puerta del dormitorio de mis padres estaba el pantalón y respiramos aliviados; en la celebración hubo de todo, hasta un cochinillo, me llevaron a ver a mi abuelo que estaba trabajando en la carretera de Salobreña en una casita para pesar los camiones que llevaban caña de azúcar. Cuando me cambié de ropa nos fuimos al convite con toda la familia, mis tíos, mi compadre y mis amigos del barrio de Las Explanadas.


Pepe Vázquez Jiménez

Comentarios

ANTONIA RODRIGUEZ ha dicho que…
Hola Pepe,te felicito por tu relato y tu buena memoria, al recorda tantas aventuras de pequeño. Un saludo. ANTONIA.
rosainma ha dicho que…
Hola PEPE Felicidades
mariadelmarcortes ha dicho que…
hola Pepe te felicito por tu buena esperiencias
Jose Molina ha dicho que…
hola pepe felicidades
José Alcántara ha dicho que…
Hola PEPE he leido tu comentario y me alegro de que tengas buena memoria de que te acuerdes de aquellos días de cuando el Mercado estaba en su apogeo.
narcisahumanes ha dicho que…
HOla pepe felicidades
conchi ha dicho que…
Hola Pepe, te felicito por tu relato, Conchi Lacima.

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