"ESPERANDO A LOS HÉROES"

 

ESPERANDO A LOS HÉROES

(VERSIÓN ÚLTIMA)

cómo volverán los niños
a plazoletas y calles.


NICOLÁS RODRÍGUEZ MARTÍN


Observo las ciudades con su gente,
los senderos de huellas despoblados,
las torres en el centro de la nada
que levantan su dedo y nos descubren.

Camina cada cual en sus zapatos
con la incontable soledad del uno,
con la tristeza impar como coartada
sin mirar a la cara y sin palabras.

Alquila la nostalgia habitaciones,
amuebla de vacío cada estancia.
Las mujeres, los hombres entrecruzan
sus vidas invisibles en silencio.

Tocamos la pantalla de los móviles:
ventana digital, cárcel que atrapa
en el cielo virtual de los deseos.
Avatar o impostor que nos reinicia.

Quién sabe si el robot y los teclados,
si la fría certeza matemática
amenazan el futuro de la especie
con funestos augurios cibernéticos.

Si —por contra— un mañana indescriptible,
ordenado y seguro, nos despeja
la ecuación del dolor y de la muerte,
y nos libera al fin de los quehaceres.

Yo sé lo que ganamos y perdimos.
Es hora de sentarnos y que hablemos
en un banco cualquiera de la plaza.
El yo venció a despecho de nosotros.

Caminamos despiertos y perdidos.
Mas soñamos. Soñamos todavía
con la vida inmortal de las leyendas,
con las gestas audaces de los héroes.

Recordamos las canciones. Cantamos.
Celebramos los cuentos al amor
de la lumbre, avivados por el fuego,
con la voz familiar de los ancestros.

Don Quijote galopa y espolea
la fibra muscular de nuestro pecho.
No estamos aún vencidos. Somos niños.
Evoquemos los cuentos infantiles.

Recordemos que el lobo, la madrastra,
la bruja, el ogro, el miedo... son obstáculos
que la necesidad o el azar cruzan
como troncos en medio del camino.

Que los héroes a veces transgredieron
—imprudencia o valor— alguna regla:
Caperucita se internó en el bosque,
Cenicienta resuelve que irá al baile.

Primero les mintió su antagonista:
el lobo confundió a los cabritillos,
Blancanieves comió de la manzana,
la anciana capturó a Hansel y Gretel.
 

Pero todos vencieron al contrario:
Pinocho a los granujas Zorro y Gato,
el bravo sastrecillo a su gigante,
la tortuga tenaz a la ágil liebre.

Los mitos instruyeron a los hombres:
Nos legó Prometeo el don del fuego;
Pandora, la esperanza irreductible; 

el señorío de la mente, Edipo;

Odiseo, la astucia y el ingenio;

la gallardía y la prudencia, Héctor;
Orfeo, el sortilegio de la música;

el arte de rendir monstruos, Teseo.

Con los ojos abiertos escuchamos
la crónica ejemplar de nuestros héroes.
Las madres, las abuelas nos donaron
la memoria del tiempo en su regazo.

Nutrieron nuestro vientre con historias.
Ahora nos concierne alimentar
el fuego no tangible de la cueva,
el acervo remoto de la tribu.

Quién mostrará a los niños que son héroes,
que al soñarse valientes y optimistas
despertarán resueltos y animados,
sagaces e incansables. Compasivos.

Cómo regresarán de nuevo a casa
sin sus migas de pan por el camino,
sin sus botas de más de siete leguas,
sin el hada madrina y su carroza.

Si no contamos otra vez los cuentos
con sus reyes y reinas, sus castillos
y princesas, sus bosques y dragones,
sus torres altas y sus brujas malas.

Si no inventamos mitos y epopeyas
y ponemos las fábulas en hora,
si no escanciamos sagas y relatos
igual que vino nuevo en odres nuevos...

La golondrina volará hacia el príncipe,
Ulises tornará a la dulce Itaca,
la rosa al corazón del ruiseñor,
el gigante egoísta a su jardín.

A soñar volveremos con los héroes;
los héroes, con titanes y quimeras;
las quimeras, con niños que no sueñan;
los niños, con su espada de madera.

Entre tanto medimos nuestra altura,
la innumerable soledad del uno,
las torres en el centro de la nada,
mientras llegan los héroes a la plaza.


Francisco C. Ayudarte Granados

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