"Recuerdos de mi niñez"


          En el año 1952 tenía seis años, era una niña feliz, vivía en una casa muy grande; pero muy destartalada como se dice en motrileño. La casa la habitábamos mis padres, mis dos abuelos, una hermana de mi madre y su marido, mis dos hermanos y yo.

          Allí había sitio para todos, mi hermana dormía con una abuela y yo con la otra, las queríamos, las queríamos tanto, casi igual que mis padres. Éramos unos niños afortunados, no porque tuviéramos caprichos, ni juguetes, antes no se tenía tantas cosas como hoy tienen los niños; pero teníamos lo más importante: cariño y amo.

          Mi tía hermana de mi madre era muy simpática, alegre siempre con una sonrisa para cada uno; pero desgraciadamente la felicidad de esta familia duró poco. Mi tía al año de estar casada murió, yo con la corta edad que tenía vi el sufrimiento por primera vez, la quería mucho; murió de un día para otro, no tenía enfermedad ninguna. Esto fue una dura etapa de mi vida a los seis años.

          Mi abuela, madre de mi padre, tenía una hija de su marido que se dice una hijastra, vivían en un cortijo por Orgiva. Ese año mi abuela me llevó a pasar el verano al cortijo de mi tía Ascensión, hermana de mi padre. Mi tía tenía seis hijos, cuatro niñas y dos niños. Cuando llegamos me quedé asombrada de ver lo grande que era, unos campos inmensos de almendros e higueras. Aquello me parecía lo más bonito que había visto a mis seis años.

          Todos los veranos mis tíos contrataban a diez chicos para la recogida de la almendras, se pasaban los meses de verano, me quedaba alucinada de ver las habitaciones llenas de almendras; de eso vivían los ocho de familia.

          Mi tía tenía que hacer de comer para veinte personas, los diez chicos, mis primos, tíos, mi abuela y yo; también amasaba el pan, siempre que lo hacía me amasaba una paloma de aceite y azúcar, estaba riquísima.

          Los chicos cuando terminaban el trabajo se lavaban en un barranco que salía un el chorro de agua buenísima. Eso es lo que allí había para beber y para lavarse. Estos chicos eran jóvenes y muy alegres, tenían la radio y para ellos era suficiente, se ponían a bailar todos mis primos y ellos.

          Aquello parecía como las fiestas de los pueblos donde hacían el baile en la plaza. A mis seis años aprendí a bailar, era una niña muy feliz, rodeada de chicos más grandes y mis primos me querían mucho. Como recuerdo aquellos años donde solo recibía cariño y buenas atenciones.

          Cuando pasaba el verano regresábamos al pueblo de mi abuela y yo que triste se me hacía el regreso aunque me acordaba de mis padres y hermanos. Así fueron los veranos de mi niñez hasta que mi abuela murió, yo tenía catorce años, la muerte de mi abuela fue para mí un golpe muy grande; nunca me había separado de ella y me quedé mal aunque era una edad de ilusiones. Pero no tenía ganas de nada, ya no quería ir al cortijo. Mis primos venían a por mí pero yo no volví a ir al cortijo.

          Pasó algún tiempo, mi padre se dio cuenta de que yo no me encontraba bien y me dijo:

- María, este verano voy a ir una semana al cortijo de mi hermana Ascensión, a ver si hecho una semana de cacería y te vas a venir.

          Mi padre se había comprado una Buci para ir al trabajo, en la moto nos fuimos al cortijo. Cuando llegamos, mis primos y tíos se pusieron muy contentos; ese día, mi tía había amasado el pan y me había hecho una paloma de azúcar y aceite; me dijo que no había dejado de amasar la paloma, tenía fe de que algún día vendrías y se le cayeron las lágrimas.

          Que cariño más sincero era el de mis tíos y primos. Mis primos me decían:

-¿Ya no nos echas las lagartijas para asustarnos?.

           Si que me acuerdo cuando lo hacía, pero ya soy más grande y no lo voy a hacer, me sacaron los colores, me decían que estaba muy desarrollada. Estos recuerdos son muy importantes para mí.  Ya mis tíos y primos han muerto, solo quedan dos primos mayores y nos vemos poco, pero yo los recuerdo con tanto cariño y como los mejores años de mi niñez; así pasaron los años de mi infancia hasta que murió mi abuela, después iba al cortijo cuando mi padre podía llevarme.

          Tenía dieciséis años cuando mis padres decidieron comprar una casa en Motril, las primeras casas que hicieron en la entrada de la calle Ancha, aquello me parecía que estaba en el campo; la calle de las Cruces era de tierra, no había carretera y la calle Ancha igual, con almendros y chumberas. A mi me daba igual, cuando vi esa casa tan bonita, tenía tres habitaciones, un cuarto de baño, un comedor, la cocina y una terraza; la habían dejado pintada de colores, cada habitación era de un color, me parecía que estaba en el cielo. Mis padres decidieron irse a Francia y nosotros nos quedamos con mi otra abuela. Mis dos hermanos se apuntaron al colegio y mi hermana y yo nos pusimos a coser en una sastrería. Mi madre me escribía unas cartas muy bonitas, contándome como era esa ciudad y lo mucho que ganaba mi padre y ella; así pasaron dos años cuando regresaron para vernos y pasar un mes con la familia.

          En aquellos tiempos empezaban a traer los televisores, ya tenía dieciocho años, mi madre me dijo: Marí vamos a ir a comprar una tele y algunos muebles para esta casa. Porque los que teníamos eran muebles rotos y estropeados, eran de la abuela. Nos fuimos a la tienda del “Pavico” y compramos una tele, un frigorífico y muebles para el comedor.

          Veía a mis padres muy felices y les dije que me quería ir a Francia a trabajar, mi madre me dijo que ahora no te puedes venir porque tienes que tener un contrato de trabajo, nosotros te lo mandaremos; así lo hicieron y me fui a París. Estuve dos años, cuidaba de un niño de tres años, los padres eran judíos y hablaban el español, pero el niño no. Tuve que hacer un esfuerzo muy grande para aprender lo más importante; pero el niño aprendió ante el español que yo el francés.

          Cuando pasó la fecha del contrato decidimos venirnos y me dio mucha pena por ese niño que le había tomado tanto cariño, me decía: María no te vayas…yo te quiero. Pero me tuve que venir, mi sitio estaba con mis padres y hermanos, así fue esta etapa de mi juventud.

Comentarios

Maruja ha dicho que…
Hola amiga del teatro.
¡¡¡Muy bueno!!! Sigue escribiendo y plasmando con la escritura tus buenos he inolvidables recuerdos. Maruja.
Anónimo ha dicho que…
¡Enorabuena! "mu bonico" tu relato, fijate que no sabía yo de tu paso por Paris. Lo dicho, que me ha gustado mucho, no dejes de escribir ¿Vale? Un abrazo: Maribel.
Serafín Prats ha dicho que…
Sra.María,vd. no me conoce, pero yo sí es de verla andando por la carretera del puerto, ya la saludaré el día que la vea. Me ha gustado mucho su relato sobre Orgiva, como tambien el de la calle ancha de tierra, y sobretodo la compra del televisor(por part6e de sus padres), en la tienda del "pavico", un cordial aludo
Anónimo ha dicho que…
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