En el crisol de mis años bachilleres, en aquellos setenta de revoluciones y descubrimientos, me topé, como quien no quiere la cosa, con las greguerías...
En el crisol de mis años
bachilleres, en aquellos setenta de revoluciones y descubrimientos, me topé,
como quien no quiere la cosa, con las greguerías y con RAMÓN, ese Ramón Gómez
de la Serna, tan genial como esquivo. La literatura, que hasta entonces me había
parecido un señor muy serio, incluso en su versión picaresca que más bien me
sumía en melancolías que en risas, se vistió de repente de un traje nuevo,
fresco y sorprendente. Fue más tarde, tras devorar la extensa
recopilación Greguerías (1979), cuando descubrí que estos
pequeños poemas en prosa no eran sino un excurso lírico alrededor de la
metáfora, que, como sabemos, consiste en un «traslado» o «desplazamiento» de
significado entre dos términos con intención poética. Pero lo que me fascinaba
era que la metáfora no parecía solo una juguetería del lenguaje, sino un
artefacto del pensamiento, capaz de forjar nuevas realidades y significados, y
que podía tratarse no solo de una herramienta lingüística, sino de una
arquitecta capaz de estructurar nuestra comprensión y experiencia del mundo.
El 6 de abril de 2019, decidí publicar la primera greguería en mi blog Otra vez Prometeo, bajo la etiqueta de Cantos greguerianos, con la que titulo el presente libro. En este volumen menudo se alinean cual soldaditos de plomo unos trescientos cantos greguerianos, escritos entre 2018 y 2023, siguiendo un orden casi cronológico.
El greguerista cuenta en su favor con la predisposición activa del lector,
siempre ávido de hallar el humor escondido en los pliegues de las greguerías,
como quien busca trufas en un bosque otoñal, pero juega en contra de la concepción
previa que tenga cada cual, porque el sentido del humor es un cristal de tantos
reflejos como miradas lo observan, y cada quien lo percibe a su manera. Pasado
el tiempo, incluso el propio RAMÓN cambió de criterio en relación con algunas
características formales de sus greguerías e intentó evitar no solamente los
textos más largos, sino también las greguerías de marcado acento lírico,
difícilmente distinguibles de las frases poéticas o frasemas e incluso algunas
de mayor gravedad filosófica o metafísica, similares a otros subgéneros
literarios breves.
En todo caso, hay que tener en cuenta que las formas no solo evolucionan a lo largo del tiempo, sino que, en sí mismas, no son compartimentos estancos, sino esponjas permeables que se relacionan estrechamente unas con otras.
Espero que los lectores disfruten de la lectura de estas breves y amables
metáforas tanto como yo componiéndolas.
Francisco C. Ayudarte Granados
Comentarios