“Balada para una estrella o cuento para un corredor”
El corredor despertó a la hora del crepúsculo, se
puso la zapatilla y echo a correr.
Aquel
hombre perseguía una estrella que guardaba en si toda la hermoso y bueno de la
vida. Como la estrella pendía del anhelo más alto el corredor no la alcanzaba
aún, sino que la presentía.
Después
del crepúsculo las estrellas brillaban en las aceras cuadriculadas, bajo el
paso elástico del corredor. Hacía sueño y la ciudad estaba a oscuras porque la
gente se había ido a morir a la cama.
El
corredor se calzó las zapatillas, trenzó los hilos de la luz de varios astros y
caminó sobre su resplandor, acosando a las estrellas. Una a una, con paciencia
inverosímil, las iba rehusando. Casi perdía la incontable esperanza cuando la
adivinó de pronto, aparatada tras una nebulosa negra.
El
corredor se acercó, rebosando victoria, y, al contacto de su mano, la estrella
se extinguió igual que un sarcasmo de cera.
El
escepticismo conviene en que una convicción es una estrella y un hombre convencido es un ladrón de estrellas.
Francisco Ayudarte Granados
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