“MI ABUELA Y SUS MANOS”



 “MI ABUELA Y SUS MANOS”
Primer premio del XXII Certamen Literario de Relato Breve de la Asociación de Alumnos/as "Plaza de la Libertad" de nuestra compañera ANTONIA RODRÍGUEZ LUPIÁÑEZ.




Cuando recuerdo a mi abuela ANA de 87 años, lo que más veo son sus manos de hada, cantándome canciones ó contándome cuentos de palacios y castillos encantados. Yo la visitaba a diario, para llevarle algunos dulces o pensando que cuando se quedara dormida, hacerme con uno de los muchos abanicos que tenía, regalos que ella guardaba de su juventud.
Un día que la visité, estaba sentada en su butaca de rejilla, donde a veces se mecía y casi nunca salía de la salita de estar. Cuando me senté a su lado no se dio cuenta, y pasado algún tiempo me pregunté si estaría bien. Finalmente y, no queriendo molestarla le pregunté cómo estaba. Levantó su cabeza, me miró y sonriendo dijo con una fuerte y clara voz. Estoy bien, gracias por preguntar, “Golondrinita “ así me llamaban ella y mis tías, debido al pelo que tenía de un negro azulado y cuando me daban algún recado era muy rápida en hacerlo.
Abuela no quise despertarte, pero vine a traerte unos dulces que me ha dado mamá para ti y tienes que comerlos antes de que me vaya, ya que después los guardas y no meriendas; y mientras me cuentas cosas de tu vida. Entonces ella sonrió y me contó una bonita historia de las muchas y muy exquisitas que siempre me contaba. Me preguntó: “¿Te has  mirado alguna vez tus manos ¿Quiero decir, ¿Realmente te has mirado tus manos?” Lentamente las abrí pensando que estuvieran poco limpias y con las uñas comidas y, me Quedé contemplándolas. Las volví hacía arriba y luego hacía abajo y no estaban tan mal como pensé.                                          
No, creo que nunca las había observado, mientras intentaba averiguar qué quería decir Mi abuela. Párate un poquito y piensa por un momento en tus manos como te van ha Servir a través de los años. Mis manos aunque arrugadas, (yo las veía preciosas, delgadas y blanquitas y en verano con sus abanicos ) y yo  pensando que cuando la viera dormida y dejara solo el abanico, se lo quitaría para hacerle una falda a mí muñeca, y lo conseguí, hice la faldita a la muñeca que para mi gusto quedó preciosa; pero tuve una buena regañina y una gran llorera, pues con el trabajo que me costó alcanzar por fin el abanico, no me lo dejaron para lo que yo quería.
Mi abuela, pobrecita, intercedió diciendo que tenía más y que no era tan importante, que me lo dejaran que la muñeca estaba muy guapa aunque habría que arreglar un poco algunos defectos que con las prisas no quedaron muy bien. Pero mi madre dijo que era algo muy grave lo que hice y la muñeca se quedó sin falda.
Bueno volviendo a las manos de mi abuela, secas y débiles han sido las herramientas que he usado para alcanzar, agarrar y abrazar la vida. Ellas han puesto comida en mi boca y ropa en mi cuerpo, y me ayudaron a criar a mis 11 hijos. Han estado sucias, ásperas, hinchadas, agrietadas y dolidas. En  la tela de la historia familiar, las manos de mi abuela, reforzaron costuras; para que nos sostuvieran ante cualquier tirón de la vida…Enhebraron el hilo que une las partes sin olvidar que cada una es distinta a la otra…y juntas hacen el todo, como la familia.
Estiraron dobladillos para que pudiéramos crecer, para que no nos quedaran cortos de Ideales…zurcieron desgarros para que volviéramos a usar el corazón sin resentimientos… Aseguraron presillas y botones, para que estuviéramos unidos, para que no perdiéramos la esperanza …aplicaron elásticos para que asumiéramos con amplitud los cambios que nos piden los años, cosieron bolsillos para guardar, en ellos las monedas valiosas de los mejores recuerdos.
Las manos de mi abuela, bordaron maravillas. Me sostuvieron con sus hilos de maga cuando me asomaba a la vida…cuando estaban quietas cuidaban mis sueños nunca abandonaron su trabajo. Y me seguía contando la bella historia de sus manos y la de todas las personas.
Mis manos estaban torpes cuando sostuve a mi primer hijo recién nacido. Adornadas con Mi anillo de bodas, le decía al mundo entero que estaba casada con alguien muy especial Desde 1896. Ellas temblaron cuando enterré a mis padres. Cerré los ojos a mi esposo en 1925, quedándome con 11 hijos el menor con 6 meses y el mayor con 27 años.  Nerviosa camino de la iglesia en las bodas de mis hijos, vestida de madrina… Han cubierto mi rostro, peinado mi cabello y lavado y limpiado el resto de mi cuerpo. Han estado pegajosas y húmedas, secas y cortadas. Y hasta el día de hoy, cuando casi nada más en mí sigue trabajando bien, estas manos me ayudan junto con mi bastón a levantarme y a sentarme y pasear un poquito por la casa, aún puedo comer sola y, pasar las cuentas del rosario para rezar. Estas manos son la marca de la vida que he tenido. Dijo mi abuela.
Desde entonces, siempre que miro mis manos, recuerdo las de ella y, cada vez que voy a usarlas pienso en mi abuela. Hoy me pregunto:
¿Qué estoy haciendo con mis manos ¿Las estaré usando para abrazar y dar cariño o,las estaré esgrimiendo para expresar ira y rechazo hacia los demás? Por eso solo aquellos que no las tienen saben el valor que representan en nuestras vidas. Ya que ellas nos ayudan a vestirnos, alimentarnos, asearnos, a enjugar lágrimas, aplaudir en los cumpleaños de los nietos a curar rasguños, a dibujar cosas para los mismos y que se entretengan, a coser, disfraces para ocasiones especiales, a construir castillos de arena en la playa; en fin para escribir esta opinión que ahora cuando miro mis manos, ya arrugadas y ajadas por el tiempo y la vida que han llevado, admiro con más cariño las de mi abuela ANA.
Que cuando las movía para representar alguna parte del cuento ó canción, con tan suaves movimientos tomaban vida los personajes de las historias solo lo he comentado con mis primos y ellos recuerdan lo los cuentos y canciones de caballeros medievales y a mi abuela en conjunto pero no sus manos como yo. Quizá sea porque a mi me peinaba todos los días me hacía unas trenzas preciosas y muy bien hechas con unos lazos entrelazados al final para no perderlos y que las trenzas no se deshicieran.
Termino porque hay un refrán que dice que no necesitas abuela, pues en mi caso a mi ABUELA con una nieta le sobra para recordar sus manos delgadas, blancas y suaves. Dicen algunos que, a cierta edad, después de los 60, nos hacemos inexistentes para un mundo en el cual sólo cabe el ímpetu de los años jóvenes.
Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo, es muy probable. Pero nunca como hoy fui tan consciente de mi existencia, nunca me sentí tan protagonista de mi vida, y nunca disfruté tanto de cada momento como ahora. Y pensando en mi abuela que a sus 87 años tenía una mente lúcida y era fabulosa, yo con menos años y sabiendo que no soy la princesa del cuento de hadas y que no necesito que me vengan a salvar un príncipe azul en su caballo blanco, porque ni soy una princesa, ni vivo en una torre, ni tengo un dragón que me  esté custodiando.
Por fin encontré, hasta ahora, al ser humano que sencillamente soy, yo de equivocarme, de no responder a las expectativas de los demás y hasta de hacer algunas cosas indebidas. Y a pesar de ello, sentirme bien .Y por si fuera poco, saberme querida por mi abuela y por muchas personas que me respetan y me quieren por lo que soy, si,…así un poco chalada, medio mandona y muchas veces terca.  También cariñosa, habladora, besucona, y a veces por algún motivo, triste, porque también tengo mis momentos bajos, esos en que pongo mi cara larga con un aire de pensadora y me da por llorar.
Cuando me miro al espejo ya no busco a la que fui en el pasado…sonrío a la que soy hoy,…me alegro del camino andado, y asumo mis errores, y siempre recordando a mi abuela y sé muy bien que hoy , donde esté enhebra ilusiones para mí.
GOLONDRINITA.













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